En la primera evaluación que el autor hace de la situación actual de la humanidad afirma que “vivimos en una cultura que ha elevado el orgullo al estatus de virtud. La autoestima, los sentimientos positivos y la dignidad personal son lo que nuestra sociedad anima a las personas a buscar. Al mismo tiempo, la responsabilidad moral está siendo reemplazada por el victimismo, que enseña a las personas a culpar a otros por sus fallas e iniquidades personales. La iglesia en su conjunto está cada vez menos preocupada por el pecado y más obsesionada con la autoexoneración y la autoestima. Los cristianos están perdiendo rápidamente de vista el pecado como la raíz de todos los males de la humanidad. Y muchos de ellos niegan explícitamente que su propio pecado pueda ser la causa de su angustia”. Quizás allí el puntapié inicial para desarrollar un despertar a la iglesia “de la terrible realidad del pecado”.


Una de las problemáticas actuales es el victimismo. Dice MacArthur: “Quienes se definen como víctimas reclaman derechos y evitan responsabilidades. De este modo, descartan cualquier obligación que puedan tener con los demás o con la sociedad en general. Érase una vez, cuando la sociedad afirmaba el concepto de responsabilidad personal, se esperaba que los ciudadanos contribuyeran a la sociedad. Se les animaba a preguntar no qué podía hacer su país por ellos, sino qué podían hacer ellos por su país. Ahora que todos son víctimas, sin embargo, las personas piensan que tienen todo el derecho de exigir la benevolencia de la sociedad sin dar nada a cambio”. Ante esta problemática —y otras—, el autor brinda evidencias de un plan diferente, el que proviene de Dios desde la eternidad y hasta la eternidad venidera. 


En este libro desafiante aunque convincente, John MacArthur anima a enfrentar a —y no huir de —la cultura que carece de responsabilidad moral. Con una verdad bíblica sólida, este libro muestra por qué y cómo lidiar con el pecado, si es que quiere vivir de una manera que complazca a Dios. MacArthur le ofrece soluciones —con una profunda claridad y perspicacia—, para lograr una santidad que le lleve de una vida signada por la culpa y la negación a una existencia llena de paz y libertad.