Por Lydia Brownback

Como mujeres cristianas del siglo XXI, probablemente no enfrentemos muchas de las complejas dificultades que enfrentaron las mujeres israelitas de la antigüedad. Basta pensar en la reina Ester, que tuvo que aprender a llevarse bien en un harén de mujeres, cuyo único llamado era complacer al rey con su belleza. Incluso después que Ester se convirtió en reina, el costo de desagradar a su esposo-rey era la muerte. Otras mujeres del Antiguo Testamento tuvieron que lidiar con la esclavitud, como Agar, y compartir marido con otra mujer, como Raquel y Lea.

Nuestros problemas, si bien, en su mayor parte, no representan tanto peligro para la vida, plantean tremendos desafíos para los cuales necesitamos la misma sabiduría que necesitaban las mujeres de la antigüedad. Sin embargo, queremos hacer más que minimizar el estrés y evitar dificultades innecesarias; también queremos agradar a Dios en cada aspecto de nuestra vida. En esto difiere radicalmente la sabiduría bíblica de la terrenal. La sabiduría del mundo se centra en cómo la gente puede complacerse a sí misma y maximizar cada disfrute. La sabiduría de Proverbios no es indiferente a que disfrutemos de la vida como un regalo de Dios. Lo hermoso de esto es que cuando ponemos en práctica la sabiduría de Proverbios, descubrimos que los caminos de Dios funcionan a un nivel muy práctico; la vida tiende a ser más fácil. Cuando esto sucede, Dios se manifiesta como el Omnisciente, y es glorificado.

Esta es la sabiduría que necesitamos. La necesitamos para saber cómo ser amas de casa en un mundo que se opone a ello. La necesitamos para saber cómo estar solteras cuando no queremos estarlo. La necesitamos para vivir una vida piadosa en una cultura que no pone límite a las libertades, la independencia y el nivel económico. (Las dificultades económicas en Occidente no se comparan con las de otras partes del mundo). Necesitamos la sabiduría de Proverbios para saber cómo vivir de manera bíblica cuando estamos inmersas en una cultura que ofrece opciones de entretenimiento superficiales y divorcio fácil. La necesitamos para tomar buenas decisiones sobre cómo educar a nuestros hijos y cómo navegar por nuestro creciente mundo virtual en la Internet.

Pero antes que podamos ver cómo aplicar la sabiduría de Proverbios a nuestra situación individual de vida, necesitamos ver exactamente a qué se refiere la Biblia cuando habla de sabiduría. ¿De dónde viene la sabiduría? Proverbios explica claramente:

El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia (Pr. 9:10, ver también 1:7).

Lógicamente, eso nos lleva a preguntar: ¿Qué es el temor del Señor? Los pastores afirman que significa “temor reverencial”; pero si siempre significa eso, ¿por qué no utilizamos simplemente la palabra temor reverencial (“temor reverencial del Señor”) en lugar de la palabra temor? Pues bien, el hebreo de esta palabra temor significa tanto “pavor” como “reverencia”. Sin embargo, el aspecto del pavor tiende a minimizarse porque es difícil conciliar la idea del temor con un Dios amoroso. Aun así, creo que nos apresuramos a descartar el aspecto del pavor en “el temor del Señor”. Si leemos atentamente las Escrituras, veremos que a veces el temor significa exactamente eso: temor.

Consideremos el caso del profeta Isaías, que después de ver a Dios exclamó: “¡Ay de mí! que soy muerto” (Is. 6:5). Su visión de Dios, por supuesto, no le despertó sentimientos de felicidad.

Luego tenemos el ejemplo de María, la madre de Jesús. Cuando el ángel Gabriel vino y le dijo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”, ella se inquietó por sus palabras, lo que hizo que el ángel le dijera: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios” (Lc. 1:26-30).

También tenemos el ejemplo de Moisés. Cuando llegó a la zarza ardiente, Dios lo llamó desde en medio de la zarza y le dijo: “¡Moisés, Moisés!... No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es... Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios” (Éx. 3:4-6). Entonces vemos que el temor a veces es reverencia mezclada con pavor.

Lo interesante es que Isaías, María y Moisés experimentaron temor como resultado de que Dios se acercara a ellos. Es evidente que quienes excepcionalmente se acercaron a Dios experimentaron temor en el proceso. ¿Por qué sucede esto si nuestro Dios es un Dios bueno y amoroso? Esta es la razón: cuando las personas pecadoras se acercan verdaderamente a Dios, ven más acerca de quién es Él realmente: es santo, además de amoroso. De hecho, su santidad es parte integrante de su misericordioso amor, no está separada de este. Cuanto más nos acerquemos a Dios, más veremos la realidad de quién es Él y quiénes somos nosotros en relación con Él. Entonces, si eres una de las que ha experimentado ese tipo de temor (ese tipo de pavor), debes verlo como una buena noticia, no como una mala noticia, porque es el tipo de temor que te lleva a una verdadera comprensión de tu necesidad de Cristo.

Este reconocimiento de nuestro pecado ante un Dios santo es lo que nos hace anhelar ardientemente al Salvador, y cuando nos acerquemos a Él para satisfacer ese anhelo, iremos más allá de entender las doctrinas de la fe cristiana en nuestra mente para vivirlas en nuestro corazón con profundo gozo. Por todo esto, el principio de la sabiduría es el temor del Señor, porque la verdadera sabiduría se encuentra solo en Cristo. La sabiduría es la comprensión de que Él es todo.

* Artículo extraído del libro Mujeres sabias: Enseñanzas del libro de Proverbios para la vida diaria