Un estudio de dos años sobre la sexualización de las niñas (tema que huele a excesiva preocupación por la imagen), realizado por un grupo de trabajo de la Asociación Estadounidense de Psicología, reveló que los productos y el mercado dirigidos a las preadolescentes están vinculados a los desórdenes alimentarios, la baja autoestima, la depresión y una temprana actividad sexual. (En otras palabras, crean excesiva preocupación por la imagen). ¿No es irónico que en lugar de hacer que estas niñas se sientan bien con su imagen, todos esos productos de “belleza” hagan que nuestras hijas —y a veces hasta nosotras— se sientan gordas y carentes de atractivo? Preocuparse en exceso por su imagen no le hará ningún bien a tu hija. A continuación, los dos grandes riesgos de vivir obsesionados con el aspecto.
La preocupación excesiva por la imagen hace que la persona sea consciente hasta un extremo de cada defecto, lunar o divergencia de las normas de belleza de los medios de comunicación. Esta consciencia influye en la forma de tu hija de cuidarse y puede ser letal. Considera, por ejemplo, la manera de pensar de las preadolescentes respecto a la comida.
En el 2006, Good Housekeeping informó que el 80% de las niñas de 10 años de edad han seguido una dieta y que el 34% de las niñas preadolescentes reconocieron que han reducido la cantidad que comen sin decir nada a su madre. El Washington Post lamentaba el creciente número de pacientes cada vez más jóvenes en las clínicas alrededor de la nación donde se tratan los desórdenes alimentarios. “‘Hace una década, los pacientes del Children’s National Medical Center, que padecían trastornos alimentarios, tenían alrededor de los 15 años’, declara Adelaide Robb, directora de la unidad de psiquiatría para pacientes hospitalizados. ‘Hoy nos llegan niños con solo 5 o 6 años’”.
La baja autoestima, la depresión y un comienzo sexual temprano —todo ello relacionado con lo que nuestras niñas creen sobre su cuerpo y su belleza— son grandes riesgos cuando nuestras hijas caen víctima de la preocupación excesiva por la imagen. Antes de que nos demos cuenta, la obsesión por un diente torcido o por un grano se convierte en un desorden de cortarse a sí mismas (cutting) o hace que esas chicas, que antes reían por todo, caigan en una profunda depresión. ¡Esto tiene que acabar!
La preocupación excesiva por el cuerpo resulta en algo más dañino aún: el enfoque extremo de tu hija en el cuerpo a expensas del espíritu. Entre los ocho y los diez años, las niñas deberían aprender a distinguir lo bueno de lo malo y no a complementar un atuendo con accesorios o usar rímel. Deberían aprender a vivir una vida emocional, mental y espiritual saludable, y no perderse en el drama preadolescente de las citas y los concursos no oficiales de belleza en la escuela. Si caen presa de las normas de la sociedad en cuanto a la imagen, se centrarán en exceso en su hermosura externa y no prestarán atención suficiente a su espíritu.
Considera esto: la persona promedio (es decir, normal), entre los nueve y los diecisiete años, alcanza un nivel tan alto en la escala de la ansiedad como los niños que ingresaron en clínicas psicológicas por graves trastornos en la década de 1950. Sencillamente, no hemos cuidado el espíritu de nuestros hijos ni les hemos enseñado a cuidarlo ellos mismos. (¡Mientras tanto, su ropa de marca luce perfecta!).
Extraído del libro Madres, críen hijas satisfechas con su imagen.