Por: Robert Wolgemuth.
Los primeros dos capítulos del primer libro de la Biblia pintan un cuadro inmaculado del estado bueno de todas las cosas. En algunos casos... muy bueno. Sin embargo, cuando llega el capítulo 3, el panorama completo cambia. Y todo en este capítulo de Génesis nos muestra cómo se ve lo malo. En algunos casos, lo muy malo.
Una de las cosas terribles que resultaron de la desobediencia de Adán y de Eva fue la muerte. Hasta ese momento, nada ni nadie había muerto. Entonces, Dios decretó que todo perecería: “Pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19).
¿Qué parte de esta declaración no entendemos?
Y la parte más dura de esta afirmación de Dios es que no solo se estaba dirigiendo a Adán. Estaba hablando en plural. Miles de años más tarde, tú y yo estamos incluidos en ella. Las personas que hemos amado, las que amamos hoy y las que amaremos mañana también están allí. Y el proceso de la muerte comienza en el momento en que tomamos nuestra primera bocanada de aire como recién nacidos. Es como cuando se voltea un reloj de arena: esta comienza a deslizarse por el embudo en su centro. No hay forma de revertirlo. Estamos en una trayectoria de una sola vía.
Después del huerto de Edén, por toda la Biblia y la historia de la humanidad se ha escrito mucho más sobre la muerte.
Por ejemplo, Job, desde la profundidad de su propia desesperación, afirmó la verdad de esto:
El hombre nacido de mujer,
Corto de días, y hastiado de sinsabores,
Sale como una flor y es cortado,
Y huye como la sombra y no permanece .
(Job 14:1-2).
Una flor que “no permanece”. Esta es una metáfora clara y descriptiva de la muerte.
Hasta el salmo más querido de David da por hecho el final de la vida. En este salmo pastoral, el tema no comienza con un “en caso de” o “quizás”; en cambio, comienza la frase sobre la muerte con una conjunción “aunque”, como si no tuviéramos nada qué decir al respecto. Porque así́ es.
Aunque ande en valle de sombra de muerte [...]
(Salmos 23:4).
Así pues, por causa de la miopía de la desobediencia de Adán y de Eva y, como consecuencia de ello, la Biblia incluye historias de la muerte de hombres y de mujeres. De estos relatos, tú y yo podemos aprender algunas cosas importantes.
Extraído del libro Meta final.