Por F. LaGard Smith
Ahora todo está preparado para el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Se trata de un acontecimiento planeado antes de la creación del mundo. Es el cumplimiento de una promesa hecha a Abraham hace más de 2.000 años. Es el cumplimiento de un conjunto de profecías respecto de un Mesías que vendría a establecer su reino. Y lo más importante, es el inicio de una relación dinámicamente nueva entre Dios y el hombre. El acontecimiento es la llegada del Salvador del mundo, el Mesías, o como se hace referencia en griego: El Cristo.
Este Cristo no será solo otro líder mundial, como Ciro, Alejandro o César. Él no será solo otro hombre de Dios, como Abraham, Moisés o David. ¡Él será Dios mismo en carne humana! El Señor del cielo va a convertirse en un siervo de la tierra. Dios, quien previamente se dio a conocer mediante una nación y una ley, ahora se revelará en la forma más personal posible: en la forma de un hombre. Hasta ahora las bendiciones de Dios se han reservado en su mayoría para el pueblo escogido, pero ahora estarán disponibles para todas las personas de todas las generaciones.
¿Quién es este Cristo, este Mesías? Su nombre es Jesús. Su nombre simbólico, Emanuel (que significa “Dios con nosotros”), representa su deidad. Él es hombre, por cierto, pero también es Dios; y Él es Dios —el Dios de la creación—, pero también es hombre. Dios se rebaja para que el hombre pueda elevarse. Deja el cielo para que el hombre pueda entrar en él. Para el hombre, que no puede comenzar a comprender las maneras de Dios, es claramente un gran misterio. ¡Pero qué misterio tan maravilloso!
Cuando comienza el registro del Nuevo Testamento, las Escrituras proclaman la buena nueva acerca de la salvación de la humanidad que viene mediante la fe obediente en Jesús el Cristo. La buena nueva se inicia con el nacimiento milagroso de Jesús de una virgen de Galilea en la época de Herodes, rey de Judea. Luego, mientras Jesús crece hasta llegar a la adultez, Juan el Bautista anuncia su llegada como el Mesías y Salvador prometidos. Cuando Jesús comienza su propio ministerio, confirma su deidad con curaciones milagrosas y otras señales y maravillas. Proclama la llegada inminente del reino de Dios. Su enseñanza llama a hombres y mujeres a nuevas alturas espirituales en su adoración de Dios y en sus relaciones entre sí.
Pero puesto que su enseñanza reta a las prácticas tradicionales de la religión judía de su época, y como él sostiene tener autoridad divina, Jesús encuentra gran oposición de los líderes religiosos. Esa oposición finalmente conduce al arresto y el juicio ante autoridades judías y romanas. Si bien es falsamente acusado, Jesús es condenado y sentenciado a morir crucificado, un acontecimiento cuya intención es silenciar tanto al hombre como su mensaje. En cambio, la buena nueva llega a un poderoso clímax cuando, al tercer día después de su muerte, Jesús resucita del sepulcro y se muestra vivo, demostrando su propia resurrección milagrosa. La esperanza cristiana que deriva del mensaje del evangelio es que, así como Jesús resucitó de entre los muertos, ¡del mismo modo los justos en Cristo serán resucitados para la vida eterna!
* Artículo adaptado de la Biblia en orden cronológico