Por Nancy DeMoss Wolgemuth

Escoger agradecer es la respuesta adecuada a un Dios bueno y misericordioso que nos ha hecho libres de nuestra culpa.

Pero, aunque sea desde el punto de vista del interés personal, escoger agradecer parece lógico. En gran medida, tu bienestar emocional, mental, físico y espiritual, así como la solidez y estabilidad de tus relaciones con los demás, se determinará por el grado de tu gratitud.

Cultivar un corazón agradecido es un bastión contra la amargura, la irritabilidad y la antipatía. Una hija de Dios agradecida no puede dejar de ser una persona gozosa, apacible y animada.

Si te das cuenta de que el desaliento, la depresión, el temor o la ansiedad te acompañan frecuentemente, tal vez tiendes a atribuirlo a las circunstancias difíciles o dolorosas que estás atravesando. Pero quiero que entiendas que, aunque la etapa o las circunstancias de tu vida sean adversas, tu estado de ánimo está más relacionado con tu necesidad de desarrollar un corazón agradecido que con las circunstancias dolorosas que estás atravesando.

¿De qué otra forma puede explicarse que haya creyentes en todo el mundo —desde tiempos antiguos hasta el presente— que sobreviven con mucho menos de lo que la mayoría de nosotras pueda imaginar, y sufren el tormento de continuas pruebas y tragedias, pero aun así manifiestan una paz y un gozo incontenibles?

Me llamó la atención un comentario hecho por el teólogo y escritor Dr. Wayne Grudem en una entrevista en línea. Cuando C. J. Mahaney le preguntó por los ámbitos de su ministerio donde era susceptible al desaliento, el Dr. Grudem respondió: “Sinceramente, por lo general no suelo desanimarme. Veo evidencia de la mano de Dios en mi vida y en la vida de aquellos que me rodean, y simplemente mi corazón se llena de gratitud hacia Él” (cursivas añadidas).

Esta es una palabra oportuna para los tiempos que estamos viviendo. En medio de los embargos hipotecarios masivos, una elevada tasa de desempleo, una deuda nacional en alza y las cuentas de retiro reducidas aquí en los Estados Unidos, junto a las incesantes noticias de crisis, escasez y enfermedad mundial, cada vez es más natural que las personas se desalienten e incluso que lleguen a sentir que Dios ha abandonado a este mundo. Para aquellos que aman y siguen a Cristo, el aumento notable del secularismo y la relatividad moral constituye una mayor tentación al desánimo.

Estoy convencida de que debemos cultivar la gracia y la disciplina espiritual de la gratitud si no queremos perder el equilibrio en estos días. Una clave importante para no dejarse abrumar por lo que sucede a nuestro alrededor es buscar evidencias de la mano de Dios en medio del caos, para que, simplemente, nuestro corazón se llene de gratitud hacia Él.

Me llama mucho la atención la cantidad de veces que las Escrituras —particularmente el libro de los Salmos— nos exhortan a dar gracias, alabar y cantar al Señor. Y mucho más, al reconocer cuántos de aquellos pasajes fueron escritos por alguien que estaba en una situación desesperada.

Hay una razón de este constante llamado bíblico a ser personas agradecidas. Esto nos muestra un secreto poderoso, pero un secreto que muy pocos conocen, que se pasa por alto en muchas antologías que he consultado acerca de las virtudes cristianas.

He aprendido que la gratitud no es simplemente una virtud secundaria en la vida cristiana; es vital. Y es transformacional. Creo realmente que un espíritu agradecido, enraizado en el fundamento de la bondad y la gracia de Dios, causará un efecto radical en la manera de ver y responder ante todo en la vida.

* Artículo adaptado del libro Escoge agradecer.