Si Cristo no resucitó de los muertos no habría evangelio, ni salvación, ni esperanza eterna.
Por lo tanto, la resurrección de Cristo es la prueba más palpable de su deidad.
En nuestros días, la batalla teológica respecto a la cuestión de «¿quién es Jesucristo?» continúa con gran furor.
El expositor fiel y serio de las Sagradas Escrituras tiene la responsabilidad de confrontar con autoridad a quienes rechazan las enseñanzas de la Biblia. Los Evangelios y el libro de Hechos son documentos históricos, no son ni mitos ni fantasías. Son documentos confiables escritos por testigos fieles y honestos que registraron acontecimientos reales.
Los 27 libros del Nuevo Testamento atestiguan el hecho de que Jesucristo demostró ser el Mesías prometido en las Escrituras del Antiguo Testamento. El Mesías, como lo confirmó el sumo sacerdote Caifás (Mt. 26:62-65), tenía que ser el Hijo de Dios que equivalía a ser Dios. Fue debido a que Caifás y el Sanedrín rehusaron reconocer esa verdad que Jesucristo fue condenado a muerte.
El testimonio inequívoco del Nuevo Testamento apoya la afirmación de que Cristo es una persona divina que manifestó las características o atributos que solo pertenecen a Dios. El Antiguo Testamento profetiza que el Mesías tiene que ser Dios manifestado en carne (véanse Is. 7:14, 9:6-7; Mi. 5:2; Zac. 14:1-4). De igual manera, el Nuevo Testamento confirma las profecías del Antiguo Testamento (véanse Mt. 1:21-23; Mr. 2:5-11; Lc. 1:30-35, Jn. 1:1-3; 5:16-18; 8:58; 10:30-33; 20:30-31). Cristo es el único y suficiente Salvador de pecadores. Es único porque no hay otro, y suficiente porque no hace falta otro.
Finalmente, debe mencionarse el hecho de la resurrección de Cristo. Ese acontecimiento, aunque debatido por muchos e igualmente negado por los incrédulos, es la demostración palpable de su deidad. Todas las veces que se menciona su muerte en los Evangelios también se menciona su resurrección (véanse Mt. 16:21, Mr. 8:31; Lc. 9:22; Mt. 17:22-23; Mr. 9:31; Mt. 20:18-19; Mr. 10:33-34; Lc. 18:32-33). Cuando los discípulos fueron a la tumba de Jesús la encontraron vacía (Mt. 28:1-8; Mr. 16:1-8; Lc. 24:1-12).
Posteriormente, Jesús apareció a sus discípulos y ellos dieron testimonio de su resurrección. El sermón de Pedro el día de Pentecostés tuvo como base la resurrección de Cristo (Hch. 2:22-33). El apóstol Pablo escribe la más formidable exposición respecto a la resurrección de Cristo registrada en el Nuevo Testamento en 1 Corintios 15. El apóstol afirma que, sin la resurrección de Cristo, el cristianismo sería imposible.
Tomado de Jesucristo en incomparable, por Evis Carballosa