El Espíritu Santo es el miembro más incomprendido, relegado, mal utilizado y menospreciado de la Trinidad. Por un lado, se lo ignora y, por otro lado, se lo lleva a un sensacionalismo ilegítimo. Ambos extremos contrarrestan o limitan su obra en y a través del pueblo de Dios. Por eso es importante que no solo conozcamos más al Espíritu Santo, sino que también conozcamos cómo es en verdad.
El Espíritu tiene un rol central en la vida del creyente y en el fortalecimiento de la iglesia, con la función distintiva de hacer que, tanto el creyente como la iglesia, experimenten la realidad y la verdad de Dios. Y debido a que Él posee emociones, intelecto y voluntad, debemos tratar con Él a un nivel personal. Necesitamos conocerlo, no solo verlo como una fuerza o un poder para manipular o utilizar. Aunque el Espíritu es inmaterial, intangible e invisible, aun así, es real y relacional.
Al igual que con los otros dos miembros de la Trinidad, una de las mejores maneras de comprender, apreciar y beneficiarse de la persona del Espíritu Santo es estudiar los nombres y las descripciones de los atributos aplicados a Él en las Escrituras, porque explican cómo Él vive esos roles en nosotros, a través de nosotros y para nosotros.
Mi primer objetivo en este libro, pues, es identificar, explicar e ilustrar al Espíritu Santo y su obra a través de tales descripciones y sus nombres. Por cierto, aunque no siempre escribo algunos de los nombres y ciertas descripciones del Espíritu Santo en mayúsculas como nombres propios (como tampoco aparecen así en las Escrituras o al menos en algunas versiones o paráfrasis de la Biblia), aun así, son tan importantes para nuestro estudio como si fueran nombres propios.
El segundo objetivo es mostrar a los creyentes cómo relacionarse con la persona del Espíritu Santo de una manera más personal e íntima. Y el tercer objetivo es aprender a aprovechar al máximo todas las promesas del Espíritu para nuestra vida física, nuestra vida emocional y, lo que es más importante, nuestra vida espiritual. Cuando comprendemos cómo hacerlo, podemos aprovechar al máximo su existencia para obtener un crecimiento e influencia a nivel individual y colectivo.
Cuando conocemos al Espíritu (insisto, no solo un poco más, sino cómo es en verdad) podemos aprovechar más personalmente cada una de las maneras únicas en las que Dios se revela a nosotros. Por eso, todos debemos entender que, cuanto más tomemos en serio la persona y la obra del Espíritu Santo, más experimentaremos a Dios.
* Extraído del libro El poder de los nombres del Espíritu Santo.