Por: Gary Chapman

Nadie me advirtió́ que algo sucede en el cerebro de los hijos cuando se vuelven adolescentes. Yo no estaba preparado para esa realidad. Había dado por hecho que los siete años entre los trece y los veinte serían una simple continuación del patrón lento y predecible de crecimiento observado en la infancia. No estaba preparado para las rabietas, los cambios de humor y el comportamiento impredecible. 

Si has leído mi libro anterior Lo que me hubiera gustado saber... ¡antes de tener hijos!, sabrás que Karolyn y yo tenemos dos hijos con una diferencia de edad de cuatro años. Fueron muy diferentes en la manera de procesar la vida siendo adolescentes, lo cual me lleva a una observación fundamental. No existe un patrón que pueda aplicarse a todos los adolescentes. Sin embargo, existen cambios físicos, emocionales y neurológicos comunes que suceden en los años de adolescencia. 

Hay un consenso general acerca de que los años adolescentes son de suma importancia en la transición de la infancia a la vida adulta joven. Las decisiones que se toman durante estos años formativos afectarán en gran manera al individuo por el resto de su vida. Todos sabemos bien que algunos adolescentes eligen estilos de vida destructivos que deterioran sus capacidades cognitivas y físicas, lo cual en ocasiones desencadena una muerte prematura. Esta es una de las grandes tragedias de la cultura moderna occidental. 

También pienso que la mayoría de las personas coinciden en que los padres juegan un papel clave en la vida de sus hijos adolescentes. Los padres ausentes o maltratadores tienen una profunda influencia negativa en el comportamiento del adolescente. Por otro lado, los padres que están comprometidos seriamente con su pareja y con sinceridad procuran guiar a su adolescente tienen una profunda influencia positiva en su vida. 

Por favor, no me malentiendas. No quiero decir que si los padres hacen bien su trabajo el adolescente se convertirá́ automáticamente en un adulto responsable. Todos conocemos adolescentes que crecieron en familias amorosas y comprensivas y que, sin embargo, tomaron malas decisiones con consecuencias desastrosas. Muchos de estos padres se han sentado en mi oficina de consejería a lo largo de los años. Su pregunta más común es: “¿Qué hicimos mal?”. Dan por hecho que, si hubieran criado bien a sus hijos, su adolescente no habría tomado decisiones tan malas. La realidad es que los adolescentes son humanos y que los humanos son libres para tomar decisiones, algunas de las cuales traen mucho dolor. Aceptar esta realidad no hace desaparecer el dolor, pero sí nos saca del desaliento presente para preguntarnos: “¿Qué podemos hacer ahora para ayudar?”. Dando por hecho que el adolescente está con vida, siempre existe la esperanza de redimir el futuro. 

Reconocer la realidad de la libertad humana no le resta importancia al hecho de que los padres juegan un papel fundamental en ayudar al adolescente a procesar la vida de una manera saludable. Mi propósito al escribir este libro es ayudar a los padres a entender mejor las dinámicas de los años adolescentes y así convertirse en padres más eficaces. Estas dinámicas no han cambiado, aunque algunos comportamientos o expresiones específicas sí. Soy muy consciente de que muchos de mis lectores son madres solteras. Si tienes un adolescente, hijo o hija, y su padre no está́ presente en su vida, te animaría a buscar adultos de confianza que puedan jugar un papel importante en la vida de tu adolescente en crecimiento. Puede ser un pariente cercano, un miembro de tu iglesia o un amigo. El joven o la joven que cuenta con adultos sabios es realmente afortunado. 

Aunque algunas experiencias de la vida adolescente han cambiado enormemente en las últimas décadas, las preguntas, los anhelos y las luchas fundamentales siguen siendo los mismos. Los adolescentes todavía buscan la independencia. Intentan encontrar su lugar en el mundo. No siempre toman las mejores decisiones. Y todavía te necesitan, a pesar de que no siempre parezca así. Cuanto más preparado te encuentres, más probable será́ que respondas de manera positiva a los cambios que tendrán lugar cuando tus hijos lleguen a la adolescencia. 

* Extraído del libro Lo que me hubiera gustado saber... ¡antes de la adolescencia de mis hijos!.