Por: Jim George

Los efectos de la crianza de los padres (para nuestro propósito, un papá) durante casi 20 años dejan una impresión duradera en el niño, la cual no siempre es visible, pero los resultados se mostrarán en algún momento en el futuro. Si el papá tuvo un problema de enojo, ¿adivina qué? Sus hijos tendrán problemas para controlar su enojo. Si el papá maltrató a sus hijos, ¿adivina qué? Lo más probable es que la próxima generación de mamás y papás traten a sus propios hijos de la misma manera. O, como una reacción exagerada, pueden ir al otro extremo evitando por completo todo tipo de disciplina. 

Incluso en la Biblia no encontramos una gran cantidad de buenos modelos humanos para los papás. Así que permíteme mostrártelo mediante un modelo clásico de conducta negativa de un padre llamado Elí. 

En Elí vemos un caso de “de tal padre, tales hijos”. Él fue un sacerdote de Israel durante los últimos años de los Jueces (1 S. 2). Como sacerdote, le correspondía tomar una porción de ciertas ofrendas de los fieles israelitas por sus servicios a ellos. Lamentablemente, él abusó de ese privilegio y se llevaba más de lo que le pertenecía. Veamos la acusación de Dios contra Elí: 

Entonces, ¿por qué menosprecian mis sacrificios y ofrendas? ¿Por qué les das más honor a tus hijos que a mí? ¡Pues tú y ellos han engordado con lo mejor de las ofrendas de mi pueblo Israel! (1 S. 2:29, NTV). 

¿Te diste cuenta de la conexión entre padre e hijos? Dios lo explicó: “¡Pues tú y ellos han engordado con lo mejor de las ofrendas de mi pueblo Israel!”. Elí era culpable de tomar más de lo que le correspondía del sacrificio, lo cual a él le había engordado. Fue culpable de despreciar las ofrendas que el pueblo estaba dando al Señor. Y ¿adivinas qué pasó? Los hijos de Elí estaban siguiendo en los pasos de su papá (lee 2:12-17). 

Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová. Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando alguno ofrecía sacrificio, venía el criado del sacerdote mientras se cocía la carne, trayendo en su mano un garfio de tres dientes, y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo (vv. 12-14). 

Al sacerdote le estaba permitido tomar parte de la ofrenda. Pero los hijos de Elí fueron más allá de lo que estaba prescrito por la ley de Moisés y exigían que les entregaran la carne antes de que los israelitas la prepararan. Si ellos se resistían, los hijos de Elí decían: “No, sino dámela ahora mismo; de otra manera yo la tomaré por la fuerza” (v. 16). Dios no tomó esa conducta a la ligera: “Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová” (v. 17). Lamentablemente, Elí participaba en ese comportamiento, porque, como dijo Dios: “Y has honrado a tus hijos más que a mí” (1 S. 2:29). 

¡Qué pensamiento tan escalofriante es darte cuenta de que tus hijos están observando tu vida, registrando tus actividades y repitiendo tus acciones, ya sean estas buenas o malas! Yo sé por experiencia personal que lo que observé en el comportamiento de mi propio padre sirvió como una influencia positiva y negativa en mi papel como marido y padre. ¡Ser un modelo es verdaderamente una fuerza poderosa!

Extraído del libro Un padre conforme al corazón de Dios