Por Melissa B. Kruger

La crianza de los hijos no se trata solo de averiguar cómo tratar con tu adolescente. En cada etapa de la crianza de los hijos, Dios nos enseña acerca de sí mismo. Nos educa mientras nosotros educamos a nuestros hijos. Nos enseña mientras nosotros les enseñamos. Camina con nosotros y quiere que confiemos en Él para obtener la sabiduría que tanto anhelamos como padres.

Moisés, el siervo de Dios, sacó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y los condujo a la tierra prometida. Mientras vagaban por el desierto, enseñó a los israelitas la importancia de seguir a Dios y enseñar a sus hijos a hacer lo mismo. Los instruyó generacionalmente:

Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida...

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas (Deuteronomio 6:1-9).

Este pasaje nos anima como padres a enseñar a nuestros hijos con esmero: al acostarnos, al levantarnos y mientras andamos por el camino. Pero, no comienza diciendo qué debemos enseñarles. Comienza diciendo que nosotros mismos debemos aprender de Dios.

Debemos amar al Señor con todas nuestras fuerzas. Debemos tener sus mandamientos en nuestro corazón. Debemos obedecer su Palabra y temerle. Si no tenemos esta base, nunca podremos enseñar a nuestros hijos.

Todas las relaciones toman tiempo para desarrollarse. Los amigos planean momentos para reunirse y ponerse al día. Los cónyuges estrechan su relación con salidas nocturnas a solas. Los miembros de la iglesia conversan durante las cenas de camaradería. Desarrollar lazos de amistad con los demás lleva tiempo. Si queremos cultivar una amistad con Dios, necesitamos tiempo en su presencia para que esa relación florezca. La lectura diaria de la Biblia nos da la oportunidad de conocer a Dios: ¿Qué le preocupa? ¿Cómo responde? ¿A quién ama?

Y cuanto más conozcamos a Dios, más lo amaremos.

¿Has tenido alguna vez la experiencia de conocer a alguien que te cae bien de verdad, pero después de unas semanas, la relación empieza a perder brillo? Cuanto más conoces a la mayoría de las personas, menos bien te caen. Todos tenemos problemas y hábitos molestos. A veces, esto puede hacer que tengamos miedo de permitir que alguien nos conozca de verdad o de conocer a los demás.

Sin embargo, con Dios ocurre todo lo contrario. Cuanto más lo conocemos, cuanto más lo conocemos de verdad, más maravilloso es. Dios es el creador de todo lo bueno. De todo lo que te parece maravilloso, bello, magnífico, asombroso... Dios es el autor. Todo lo que es bueno en este mundo refleja su bondad.

El Salmo 19:1-2 declara: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría”. Toda la creación exhibe su gloria.

No obstante, hay algo aún mejor que la revelación natural para enseñarnos acerca de Dios: su Palabra. El Salmo 19 continúa: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos” (Salmos 19:7-8).

Vuelve a leer esos versículos. ¿Qué padre no desea una conversión y renovación? ¿O sabiduría? ¿O alegría? ¿O iluminación espiritual? Lo que más deseamos como padres no se encuentra en unas vacaciones en algún balneario, ni en el último libro de autoayuda, ni siquiera en el próximo libro asombroso del autor cristiano más vendido. Se encuentra en la Palabra de Dios.

Esta es la realidad: si queremos atravesar los años de adolescencia de nuestros hijos con amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, lo encontraremos solo en un lugar. Tenemos que permanecer en Jesús y hacer que sus palabras permanezcan en nosotros. No hay otra manera.

* Artículo adaptado del libro Crianza con esperanza.