Por: Larry Burket
Los tiempos están cambiando rápidamente y aquellos principios económicos establecidos desde hace tantísimo tiempo se están disolviendo y cada día surgen nuevas teorías. Los antiguos economistas “clásicos” menean la cabeza al descubrir que no entienden ya lo que está sucediendo, plenamente conscientes de que las técnicas “tradicionales” para restaurar la economía no funcionan ya. Las ideas tras el empuje a los precios y la demanda de esos precios ya no tienen validez porque todos nos damos cuenta de que los precios pueden seguir subiendo a pesar de que la producción esté en declive. El empleo está en decadencia en un segmento de la economía mientras que los salarios suben en otro. ¿A qué es debida esta situación? ¿Qué podemos esperar en el futuro?
Con harta frecuencia reaccionamos frente a acontecimientos a nuestro alrededor que no acertamos a comprender, no sabiendo lo que está pasando en realidad ni porqué. La norma es una reacción exagerada y prácticamente en cualquier crisis la secuencia de acontecimientos se puede predecir. Se produce la alarma, hay un pánico temporal, luego la apatía y la falta de interés.
Todos tenemos tendencia a contemplar el futuro con ansiedad y preocupación. Pero Dios nos dice que la preocupación es un pecado. ¿Qué es la preocupación? Es apropiarnos de una responsabilidad que en realidad le pertenece a otro.
Al contrario de lo que le sucede a la mayor parte de la población (que no viven en armonía con el plan económico de Dios) no tenemos que preocuparnos por nuestras circunstancias. Dios ha revelado en su palabra lo que ha sucedido y lo que va a pasar. Hay algunas partes de la Biblia que son historia y otras que se refieren a acontecimientos actuales, así como otras que son proféticas. A lo largo de su Palabra, Dios nos dice qué podemos esperar de la economía y cómo debemos responder.
He dicho responder en lugar de reaccionar. Cuando respondemos a algo aceptamos la información, comprobándola con valores que conocemos y actuando conforme a esa información. Pero cuando reaccionamos a algo, lo aceptamos, ampliamos lo que recibimos y lo exteriorizamos de nuevo, y no es eso lo que Dios quiere para nosotros.
Al echar un vistazo a la economía actual y ver hacia dónde puede dirigirse en el futuro, es preciso que la contemplemos desde la perspectiva de Dios. La parte más importante de esa perspectiva es la vuelta inminente hacia Cristo.
* Artículo extraído del libro La familia y las finanzas